El Caballero de Paris
Puede que como José María López Lledín pase desapercibido entre los habaneros, pero si nos referimos a él como El Caballero de París, serán pocos los ajenos a la historia de este hombre que vivió en las calles de la capital cubana hasta 1985.
López LLedín nació en Lugo, España en 1899 y vino a Cuba con 12 años a bordo del vapor alemán «Chemnitz» para reunirse con algunos familiares que ya estaban radicados en nuestra isla. Desde entonces se desempeñó en múltiples oficios hasta que fue injustamente encarcelado allá por 1920 en la prisión del Castillo del Príncipe. El cautiverio lo sacó de sus cabales; perdió la razón.
José María empezó a proyectarse como El Caballero de Paris, y aunque pulcro y respetuoso, vagabundeó por La Habana sin atender los reclamos de su familia que, según cuentan, quiso hacerse cargo de él, sin éxito.
El Caballero solía dormir en la esquina de Infanta y San Lázaro, y frecuentaba las guaguas de las rutas 19 y 32, viajando por zonas del Vedado, Miramar y Centro Habana.
En 1977 fue ingresado en el Hospital Psiquiátrico de La Habana para recibir cuidados debido a que su salud se había deteriorado considerablemente y allí permaneció hasta su muerte, en 1985, a los 86 años de edad.
El Dr. Luis Calzadilla Fierro, su psiquiatra y biógrafo, expone que El Caballero padecía de parafrenia, algunas veces considerada como una forma de esquizofrenia y que no sufría de alucinaciones.
Sus restos hoy descansan en el Convento San Francisco de Asís y su leyenda vive en La Habana. Al Caballero de París se le recuerda de muchas maneras: una escultura en bronce en el Centro Histórico de La Habana Vieja, como protagonista de canciones de Gerardo Alfonso, Liuba María Hevia y Barbarito Diez, pinturas, caricaturas, fotografías y hasta una estatua viva con barba y cabellos largos en Obispo se encargan de mantenerle vigente porque el noble espíritu de este hombre de aspecto caballeresco, que fue célebre en sus días, permanece en las calles de La Habana:
“Confundido entre los transeúntes, José María López Lledín desanda ahora y —por siempre— las calles de la Habana Vieja. Gracias a la magia del escultor José Villa Soberón, su silueta de caballero medieval se perfila a la entrada del Convento de San Francisco de Asís, para que de boca en boca —como en las leyendas antiguas— sea develado el misterio de su identidad.»
No hay dudas de que El Caballero de París es y será siempre el vagabundo más famoso de La Habana.