El Callejón de Hamel es uno de los puntos emblemáticos de La Habana. Sito entre entre Aramburu y Hospital, en la barriada de Cayo Hueso en Centro Habana debe su nombre al estadounidense-franco-alemán Fernando Belleau de Hamel, transportista de armas durante la Guerra de Secesión (1861-1865) y que luego se instaló en ese lugar.
Al hablar del Callejón de Hamel hay que referirse al escultor y muralista cubano Salvador González Escalona, encargado de difundir en este pequeño espacio la rica herencia cultural legada por lo negros esclavos.
El proyecto surgió el 21 de abril de 1990, cuando uno de los vecinos del Callejón le pidió a González Escalona que pintara la fachada de su casa. Este, al ver el estado de las demás, las tomó como lienzo para plasmar su arte.
Varios sitios dedicados a la promoción de lugares turísticos sitúan a este Callejón como un destino obligado para aquellos visitantes interesados en la cultura afrocubana.
La afluencia del público sucede de una manera orgánica, porque todos, naturales y foráneos, al saber de su existencia no logran resistirse ante el poder seductor del singular, cosmopolita y animado enclave de la geografía de la Capital de Cuba.
El Callejón de Hamel, con sus murales y enseñanzas ha devenido en una gran galería de arte que vale también como plaza de exposición para disimiles proyectos culturales que llevan al cubano y sus creencias por bandera.
Sucede porque es también el Callejón de la Rumba, donde basta que repique un tambor para que trascienda la fiesta. Más allá de las coloridas pinturas en los edificios, las frases escritas en piedra y los pequeños rituales, el baile ocupa un lugar especial en este espacio que rescata la cultura afrocubana.
El Callejon de Hamel es por derecho propio un punto crítico de la ruta cultural de la ciudad. Lugar de asiento para la fiesta cubana perenne, hogar para quienes aman la alegría.